bookmark_borderFilósofos, modelistas y chatgepeteros

He tenido hoy una conversación con Leocadio Marrero, que entre otras cosas anda gestionando un interesantísimo programa de cursos en la Universidad de Santiago de Chile. Más que recomendables, porque por un lado tienes a Leocadio, que es experiencia y buen hacer, y por otro puedes compartir tiempo con colegas del otro lado del Atlántico, de los que muchas veces nos dan cien vueltas y nos siguen admirando como la Madre Patria mientras nosotros memos miramos a «Uropa». Todo merece la pena. Además, estos cursos no son de «filosofía del dato», son mundo real. Leocadio llama filósofos del dato a los típicos y abundantes profesionales que hilan grandísimos argumentos, conexiones y conclusiones partiendo de cualquier parte del RGPD o de cualquier otra legislación, y te hacen unas exégesis que dejan a San Agustín de Hipona y a San Isidoro de Sevilla a la altura de un becario. Eso sí, no vayas a buscar algo práctico, porque la llevas clara. Sigue buscando, chaval. Con Leocadio esto no te pasa, no tienes la sensación de haber tirado el dinero después de que te hayan soltado cuatro filípicas insulsas y piensas que lo podrías haber leído tú solito ahorrándote la pasta. No, no te va a pasar eso.

¡Ojalá solo tuviéramos a los «filósofos»! Están también los que yo llamo modelistas. Gran parte de su tiempo, a falta de dos neuronas básicas necesarias para la vida del consultor, la de razonar y la de escribir, lo dedican a buscar el modelo adecuado para suplirlas. Buscan el papelito adecuado como sea, no dudan en escribir a colegas poniendo de manifiesto su carencia, o copian otro por ahí incluso dejándose colgado el nombre del anterior cliente. Sin despeinarse, oiga. Es como la busqueda del Santo Grial, se pueden encontrar muchos cálices, pero todos falsos. Solo hay uno de verdad. Es EL MODELO. Y es que señores, parece mentira pero tenemos alguna generación que otra que afirma tener mucha experiencia, y cuando rascas, efectivamente, la tienen… pero en el arte de rellenar huecos. Son los Caballeros de la Orden Copipastera. No les pidas que razonen, que entiendan, y que apliquen la teoría a la práctica del día a día. No. El modelito, el entregable, el Santo Grial. Eso es el centro de su existencia. Eso va solo, teniendo el grial, el entregable, el modelito, eso es lo importante; las personas los recursos luego lo rellenan en el tiempo establecido y fuera, misión cumplida. En plan MacPrivacy, como la comida basura rápida. Luego se extrañan de que haya empresas que aún pidiendo cinco años de experiencia hagan prueba de nivel. Es que es normal. Es que hasta los hay que han pasado procesos de selección en flamantes sucedáneos de «Pigfor» sin pegas y han sobrevivido un rato. Espectáculo puro.

También hay un grupo de colegas que están a la última. Los chatgepeteros. Oye, que el «ChatGPT» es un primor, que nos va a quitar el trabajo. Que es Inteligencia Artificial, tú. Mira cómo chuta… Si, hijo, sí… díselo a este colega a ver qué tal le fue. La verdad, desde que lo usé la primera vez y le pregunté si conocía a Sánchez-Dragó y no sabía que se había muerto hacía unos meses, no me fío del «chatleches» ese. Hasta me pretendió engañar con los visigodos, pero esa mejor ni la cuento. Esto es la historia de siempre: te lo venden con un lacito inmenso, va a cambiar el mundo, nos va a quitar el trabajo a todos, es el nuevo paradigma. Si no sabes de esto, no existes, chaval. Que es lo último. El caso es que te pones con ello un poco en serio, y es lo habitual para quien tiene memoria… la gestión por el escándalo, el sensacionalismo, la farándula como dice mi amigo Miguel, y hala, al negocio. Da igual que los expertos de verdad en el tema digan lo que sea, siempre es todo nuevo y poco menos que el inicio de una Nueva Era. Me resulta gracioso, por ejemplo, cuando se habla de la ética en el uso de la susodicha… ¿qué pasa? ¿es que en lo que no es IA no veníamos aplicando la ética y ahora toca?… ¿qué ética, la de Occidente de raíz grecorromana u otra?… Y así hasta el infinito, y conferencia para allá y conferencia para acá, que no pare la rueda, que los Hararis de turno tienen que seguir viviendo del cuento. Si total, como la banda tiene el nivel cultural de una ameba, les cuentas poco menos que la IA puede exterminarnos a todos provocando por sí misma un holocausto nuclear, que sobramos unos cuantos millones, y claro, en vez de colgar de los pulgares al tío por salvaje, resulta que vende libros a mansalva. Todo muy normal.

Pero esto es lo que hay. A salvo de honrosas excepciones, esto es lo que tenemos. Y total, ya se sabe, el objetivo en el 99% de las empresas de consultoría no es hacer bien las cosas, el objetivo no es trabajar bien, prestar un servicio eficaz. El objetivo es ganar dinero, que no te enteras, nene; tú rema como yo digo y calla, que no tienes ni idea. El cortoplacismo lleva a no entender que lo que hay que hacer es hacer las cosas bien. No hacen falta filósofos, ni griales, ni chats. Hacen falta profesionales, cada uno en su lugar, haciendo lo correcto. Pero como dice el brillante Agustín Carreño, se confunden fines con medios, se tiene como fin el dinero, no trabajar bien y como consecuencia de ello ganarlo… y «así nos va»:

Por cierto, si quieres ver la ponencia completa, merece la pena. Va sobre el concepto de «liderazgo», esa palabra tan prostituida y desconocida para tantos, siempre en boca de personajes de lo más variopinto. Aquí el enlace.

Seguimos en línea. Será divertido.

bookmark_borderGoogle: lo que vemos y lo que no queremos ver

La asociación de usuarios francesa UFC-QUE CHOISIR denunció a Google a finales de junio con una acción colectiva ante el Tribunal de Gran Instancia de París por incumplir el RGPD. Según la asociación, Google no solicita permiso para utilizar los datos de localización con finalidades publicitarias, y mantiene unas condiciones de uso de los datos agobiantes y laberínticas, con más de 5700 palabras, 57 reenvíos y 100 enlaces a otros contenidos.

Aquí puede verse el vídeo de Youtube con la explicación (en francés):

El 12 de febrero de 2019, el TGI de París dio la razón a esta asociación y condenó a Google por incluir 38 cláusulas abusivas en el uso de datos personales, considerando compatible la invocación de la ley francesa de protección de datos con la defensa de los intereses de los consumidores.

Con esto en la mano, y sin que Google haya movido un dedo para cambiar el modo en el que recaba el consentimiento, ni las condiciones, ahora la asociación solicita una indemnización de 1000€ para cada usuario del sistema Android que ha visto cómo se recopilaban sus datos sin permiso.

En la misma línea, el 21 de enero de 2019 la CNIL sancionó a Google con 50 millones de euros, a iniciativa de NOYB, la asociación que promovió Max Schrems, y de la ONG francesa La Quadrature du Net. El resultado se apoya en las siguientes conclusiones:

1. La información que se da al usuario no es fácilmente accesible y no cumple las obligaciones del RGPD. Entre otras cosas, la información sobre las finalidades, el tiempo de conservación de los datos o sobre qué datos se utilizan para la personalización de la publicidad, están excesivamente diseminadas en diversos lugares. Además, si se quiere disponer de la información completa, el mecanismo es complejo, implicando en ocasiones más de 5 o 6 acciones por parte del usuario, como acceder a enlaces o pulsar botones. Y una vez que se llega, la redacción no es clara.

2. Aunque Google dice tener el consentimiento de los usuarios para el tratamiento de los datos, la CNIL no lo admite porque la información que se les da está tan diluida que no les permite entender su amplitud. Esto provoca que el consentimiento que se otorga no sea específico y unívoco.

El asunto tiene las mismas causas que el planteado ahora por UFC-Que choisir: ni se informa ni se recaba el consentimiento de un modo adecuado.

Visto el asunto, vamos a entrar en materia… ¿es esto tan complicado de cumplir? No, en absoluto. Es puridad, es cuestión de diseño a la hora de mostrar las condiciones y de su aceptación, y modificar los sistemas internos de la empresa para que respondan a lo que el usuario quiere, no tiene más complicación. Es cuestión de voluntad, y ahí está el problema.

En una primera aproximación  nos podemos dejar llevar por la superficialidad, pensando que Google no se entera de cómo cumplir el dichoso RGPD, y que claro, como son «yankees», pues se la trae al pairo… «allí las cosas funcionan diferente»… «como ganan tanto las sanciones les dan igual»… El más avezado diría que su modelo de negocio sufriría muchísimo teniendo que pedir a cada europeo que utilice sus sistemas el consentimiento, cosa que es verdad.

Prácticamente todas las controversias que surgen en protección de datos sobre los grandes de Internet tienen en común la recopilación de información sin el consentimiento del feliz usuario. Todo esto es lo que vemos, batallitas ante autoridades nacionales protección de datos y tribunales contra gigantes de Internet que nos pirran a los del sector, y que hacen las delicias de los periodistas.

Pero lo que no queremos ver es mucho más interesante. Lo más importante es que Google no puede cumplir con la legislación europea porque si lo hiciese dejaría de servir a la razón principal por las que la empresa fue creada, que es ser el mejor instrumento de espionaje al servicio de USA jamás desarrollado. Sí, tal cual. Leed los artículos de Nafeed Ahmed en Medium (Primera parte, How the CIA made Google, y segunda parte, Why Google made the NSA). Son extensos, pero merece la pena leerlos para conocer los personajes, entresijos y maniobras de las agencias de seguridad del gobierno «useño» para crear Google.

Ahora hay gente que anda descubriendo la pólvora con el caso Huawei, que es otra empresa también creada para lo mismo, fundada por Ren Zengfei, que, ¡oh, casualidad!, fue oficial del Ejército Popular de Liberación y es miembro del Partido Comunista Chino. Estos se andan con menos tonterías que los «useños», que se buscan chavalitos estudiantes de doctorado a los que vender como genios creadores de una gran empresa a los ingenuos ciudadanos, pero al cabo de la calle el objetivo es el mismo.

Además de que permitan ganar mucho dinero estas empresas a sus dueños o accionistas, ambas son instrumentos de espionaje en manos de países que luchan por la hegemonía mundial. De esto va la película. Lo de toda la vida, vamos, que no es nada extraño. Mientras tanto, en Europa, que perdió hace muchísimos años la iniciativa en absolutamente todo, estamos muy entretenidos con nuestra legislación de protección de datos, en la que intervinieron descaradamente los useños cuanto y como quisieron. El resto es literatura y entretenimiento para despistados.