Una empresa llama a un aspirante a un puesto de trabajo el cual previamente le ha enviado un currículum con la gran ilusión de ser contratado. Tras un proceso de selección se llega a un acuerdo con él en cuanto a condiciones de trabajo, y se fija una fecha de comienzo. Pero no se habla de firmar el pertinente contrato laboral. Llega el día de la incorporación, y el trabajador pregunta: ”¿Cuándo firmamos el contrato?”… Contestación del empresario:”Bueno, no te preocupes, un poco más adelante, total, mientras tú trabajas y no pasa nada.”
Pasa un mes. El trabajador vuelve a buscar al responsable, y vuelve a preguntar:”Oiga, es que no me ha dicho nada de firmar el contrato, y ya va un mes…”. El empresario:”Hombre, no seas pesado, es igual. ¿No has cobrado este mes, o qué?… ¡pues entonces qué problema hay! Eso solo son papeles…”.
Suena absurdo, ¿verdad? El equivalente se hace cada día con las normas sobre protección de datos. A pesar de tratarse de se normas IMPERATIVAS, que hay que cumplir, que hay que respetar, esto es lo que nos encontramos a diario.
El primer trabajo que cualquier consultor ha de emprender es el de concienciar a la empresa. Y no es nada fácil. ¿Concienciar de que hay que cumplir algo que TIENE que cumplirse? Tarea dura. Pero sin que los empleados o compañeros de trabajo crean firmemente que cumplir sirve para algo todo queda en papel mojado.
Me gustaría pedirles a los Reyes Magos para el año 2007 dos cosas:
– que de una vez por todas se apruebe el reglamento de desarrollo de la LOPD y nos saque de incertidumbres, aunque nos traiga más trabajo todavía;
– que la Agencia Española de Protección de Datos centuplique las inspecciones de oficio y haga alguna campaña divulgativa en televisión parecida a las de Tráfico (por los efectos, digo);
El primer deseo creo que se cumplirá, no así el segundo, a pesar de que no nos vendría mal. En mi querida España, la letra con sangre entra.